CORRE EL RIESGO PEÑA NIETO, QUE DESPIERTE MEXICO
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VICENTE BELLO/ TREN
PARLAMENTARIO .
En los territorios del Poder Legislativo mexicano muchos se preguntaban
alarmados ayer quién, quiénes dentro del primer círculo del poder público en
México acaba de echar un cerillo encendido a ese pastizal seco en que pareciera
que estaría convirtiéndose el país.
Y, advertencia, un diputado,
Guadalupe Acosta Naranjo, gritó a los cuatro vientos: “Si el gobierno de
Enrique Peña Nieto y el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño,
continúan con su errónea decisión de imponer a sangre y fuego su interpretación
de la reforma educativa, corren el riesgo de despertar al México Bronco”.
Era el lunes 20 de junio de
2016. Un día después de lo que aconteció en Nochixtlán, Oaxaca, adonde policías
federales asesinaron a sangre fría a entre seis y 10 personas, hiriendo además
a otras ciento veintitantas, cuando cientos de profesores de la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) bloqueaban un entronque
carretero.
Esa manifestación de
profesores era parte de los reclamos multiplicados de los últimos días de un
Magisterio histórico, que resiste y enfrenta increíblemente uno de los peores
actos de autoritarismo en que incurrió en este sexenio no sólo el presidente
Enrique Peña Nieto y su partido y sus rémoras, el Pvem y el Panal, sino también
el PAN y el PRD.
Una quinteta de partidos
políticos que se alió bajo la careta del Pacto por México en diciembre de 2012
y agosto de 2013 para, primero, cambiar la Constitución, y, segundo, para
modificar las leyes secundarias, con la pretensión de subordinar políticamente
al Magisterio.
Pero además, con la rotura del
sindicalismo magisterial, de paso también acabar con el modelo normalista, que
el PRI abomina; sobre todo, el rural, de donde cada año salen profesores que
después se convierten en líderes naturales de comunidades rurales, no
necesariamente afines a los intereses del PRI. Y las comunidades rurales son
para el priísmo carne electoral.
Acosta Naranjo sentenció: “La
reforma tenía un objetivo principal: elevar la calidad de la educación. Para
ello se hacía necesario evaluar al sistema educativo nacional, en general, y
como parte del mismo, a cada una de sus componentes. Sin embargo, la
administración de Enrique Peña Nieto se empeña en ignorar el conjunto de
medidas consideradas tanto en la Constitución como en las leyes reglamentarias
para alcanzar el objetivo que se pretendía”.
Despedía el tufo de la
justificación, lo que decía el perredista. Nadie olvida que en diciembre de
2012 el PRD –al que servía alegremente Guadalupe Acosta Naranjo- votó la
reforma educativa en alianza con el PRI, Pvem, Panal y PAN. Y que, en agosto,
cuando vieron que el magisterio se les venía encima, los perredistas
pretendieron deslindarse;Â pero les fue
imposible porque la chamusquina histórica los tatemó al grado de que el PRD
ahora sólo es un infame cascarón, que no termina de resquebrajarse nomás porque el gobierno de Peña Nieto todavía la sirve
para engañar a los despistados que no saben que el PRD ya no existe.
Pero no por eso, lo que Acosta
decía tenía su jiribilla. Gente en los pasillos, en los patios, en los
corrillos del Congreso, este lunes 20, decía, una y otra vez, prácticamente lo
mismo que Guadalupe Acosta Naranjo. Y se preguntaban por qué teniendo tanto
pasto seco, alguien desde el primer círculo del poder presidencial se ha
atrevido a tirar ese cerillo encendido.
En el Senado, gente de las
asesorías parlamentarias se preguntaba por la tarde si la Comisión Permanente
tirará para que Miguel Ángel Osorio Chong se apersone, desde su condición de
secretario de Gobernación, para que explique por qué se dio la orden de
disparar en Nochixtlán.
Lo que decía el jefe de la
policía federal preventiva, de que provocadores tiraron plomazos a la policía,
y que la policía respondió, era una explicación fallida, desde la óptica de
quienes asisten parlamentario en el Congreso.
Fallida, porque es exactamente
la mismas palabras que se escucharon después de la matanza del 2 de octubre de
1068, y la del 10 de junio de 1971, cuando, en el primer caso, soldados
mexicanos dispararon en Tlatelolco matando a más de tres centenares de
personas, la mayoría estudiantes. Y 120 y tantos estudiantes en junio de 1971,
perpetrados por policías y francotiradores.
Ni más ni menos, como los que
ayer se vieron en videos de celulares.
Araceli Damián y Patricia
Aceves, diputadas de Morena, a través de un comunicado, declararon: “Es una reforma (la educativa) de
la cual la sociedad debe avergonzarse, porque es un retroceso en materia
laboral y de derechos de los maestros”.
Y apostillaban: “Queremos que
haya un diálogo amplio, que se llegue a acuerdos y se respeten las libertades
de expresión y circulación de los maestros, y que se permitan las marchas”.
Entonces plantearon al
presidente Enrique Peña Nieto: “El despliegue de cientos de elementos
policíacos contra los profesores que se manifiestan en la Ciudad de México y
otras entidades federativas, como en el caso de Oaxaca, convierte a las marchas
en un polvorín. Y no queremos que este país esté en llamas; queremos paz y
diálogo.
Alejandro Ojeda, un diputado
oaxaqueño, afirmó: “Con estos actos de represión, México está regresando en la
historia y volviendo a la peor época de represión y persecución en contra de
quienes de manera legítima se oponen a la imposición de la mal llamada reforma
educativa”.
Y advertía: “Tal parece que el
fantasma de Díaz Ordaz ronda las oficinas de la SEP y Gobernación”.
Y, de plano, responsabilizada
de las muertes de Nochixtán al mismo presidente de la República, porque ha sido
él quien cerró la puerta del diálogo con los maestros.
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