Cedía a ser "mara" o terminaba muerto .



MILENIO / JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA
Seis de cada diez menores de edad viajan hacia Estados Unidos por la violencia en ese país; el miedo a las pandillas de criminales es la razón principal para huir y emprender su periplo ...


Son más de 22 mil los niños y adolescentes salvadoreños que cruzaron solos la frontera entre México y EU y fueron detenidos entre 2012 y el 30 de junio de este año, según datos del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (Homeland Security) y su Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP). Solo este año 13 mil 301 recorrieron el mismo camino y tuvieron idéntica suerte.

El crecimiento ha sido vertiginoso: en 2012 fueron 3 mil 314 menores los que cruzaron la frontera sin compañía y fueron capturados; en 2013 hubo 5 mil 990 casos; y este año se han contabilizado 13 mil 301. Más de 300 por ciento de aumento entre los años fiscales estadunidenses de 2012 y 2014.

Las cifras de deportados proporcionadas a MILENIO por el gobierno de El Salvador van en el mismo sentido: en 2012 fueron devueltos a su país, por autoridades migratorias estadunidenses y mexicanas mil 237 niñas, niños y adolescentes; en 2013 hubo mil 847 de esas deportaciones; y en 2014, al 21 de julio, se registraron 2 mil 468. En total fueron 5 mil 552 niños durante el periodo, con un crecimiento de prácticamente 100 por ciento.
 
Pero, ¿qué hay detrás de la diáspora infantil? Historias de terror. Historias de violencia…

***

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la agencia de la ONU en la materia (desplazados y refugiados en el mundo), realizó un profundo trabajo (Children on the run), “Niños en fuga”, que inició en 2011 y concluyó el año pasado con entrevistas realizadas a 404 niños de El Salvador, Honduras, Guatemala y México detenidos en instalaciones estadunidenses, los cuales son representativos del universo de los 60 mil que hasta ahora se encuentran en esa situación.

A todos los niños se les aplicó un cuestionario de 73 preguntas cerradas y abiertas. En el caso de El Salvador fueron entrevistados 104 menores, 69 hombres y 37 mujeres. Solo 16 por ciento de los niños contaba con sus dos padres residiendo en Estados Unidos, 33 por ciento con uno de sus padres y, la mayoría, 51 por ciento no tenía a ninguno de sus padres en suelo estadunidense, lo que echa por tierra la versión de funcionarios de EU (y de algunos servidores públicos salvadoreños y del resto de los países centroamericanos) en el sentido de que la mayoría de los menores viajó hacia ese país para reunificarse con su familia a través de un estatus migratorio que les permita logra tal cometido.

Pero, ¿por qué abandonan su país los niños y adolescentes salvadoreños? 72 por ciento de los menores de este país es sujeto de potencial protección internacional debido al entorno violento del que huyeron, se señala en el informe de Acnur. ¿Por qué? Porque 66 por ciento citó la violencia del crimen organizado (las pandillas de maras) como la principal razón para huir de su país y realizar su periplo.

El gobierno de El Salvador le entregó a este diario datos en los que afirma que 36 por ciento de los menores deportados entre 2013 y 2014 se fueron a Estados Unidos para buscar “reunificación familiar”. La gente que huyó de la violencia solo representa 12 por ciento, pero hay un 26 por ciento que “no responde”.

Según organizaciones de la sociedad civil locales, así como de la oposición, ese sector también se fue por la inseguridad y en el rubro de la “reunificación” un gran porcentaje lo hace por la misma razón.

Pero además de las estadísticas, están las historias. Historias negras…

***

Los testimonios ilustran el ambiente de zozobra que padecían estas niñas, niños y adolescentes.

Como el caso de Maritza, de 15 años, que estaba amenazada por una pandilla porque le gustaba a uno de sus lidercillos: o cedía a sus deseos o sería violada y terminaría muerta en una bolsa de plástico como otras chicas de su zona. Alguien le advirtió a su familia lo que le ocurriría un 3 de abril y cuatro días después huyó:

Ellos (los maras) dijeron que si el 8 de abril todavía estaba aquí me apresarían y quién sabe qué me pasaría…

O la vivencia de Alfonso, de 17 años, que estudiaba en una escuela bajo control de la M18 pero vivía en una zona ocupada por la MS-13. Los primeros le advirtieron que si regresaba al colegio, lo matarían:

Los de la de la M-18 pensaban que yo pertenecía a la MS-13. Ya habían matado a los dos policías que nos protegían en la escuela. Un viernes, la semana antes de Pascua, me esperaron afuera de la escuela. Me advirtieron que si regresaba a la escuela no volvería vivo a mi casa. Ellos ya habían matado a otros dos niños que iban conmigo en la escuela. Pensé que sería el siguiente. Después de eso no podía ni salir de mi colonia. Me lo prohibieron. A otro chavo lo amenazaron igual, no creyó que fuera cierta la amenaza y lo mataron en el parque. Llevaba su uniforme de la escuela…

El caso de Josefina, de 16, es duro. Vivía bajo el acoso del líder de la mara en su barrio: la amenazó con matar a miembros de su familia o secuestrarla si no cedía a sus avances, si no aceptaba ser su novia. Ella no quería que le pasara lo que le ocurrió a una de sus amigas: se hizo novia de un mara y fue obligada a tener sexo con todos los miembros de la pandilla. En cuanto la pandilla empezó a acosarla dejó de ir a la escuela y permaneció en su hogar hasta que juntó dinero para huir.

Mario, de 17 años, también la pasó mal. Querían obligarlo a iniciarse en la mara:

Yo tenía problemas con los maras. Tenía que pasar siempre por un campo donde estaban para ir a la escuela. Me dijeron que si no me unía me mataban. Y tengo varios amigos que los mataron o desaparecieron por negarse. Yo le dije que no quería unirme. Su vida nada más es de cárcel o de muerte. Yo solo quería estudiar y hacer una carrera y eso es imposible si estás en la mara. Mientras más me negaba más me amenazaban con matarme. Me golpearon cinco veces por no ayudarlos. El dolor por las golpizas era tan fuerte que ni siquiera podía levantarme. En marzo mataron a uno de mis amigos por lo mismo. Su cuerpo lo hallaron hasta mayo. Dos veces fui a la policía para denunciar sus amenazas. Me dijeron que harían algo, pero no hicieron nada. Ahí entendí que me tenía que ir. Incluso me traje una copia de la denuncia, pero los de migración de aquí en Estados Unidos me la quitaron y me dijeron que en este país nadie me ayudaría…

Otra menor de 14 años, cuyo nombre se omitió en el documento, sintetiza lo que les pasa a las niñas, forzadas o no, que tienen novios mareros:

Las niñas que están saliendo con niños de las maras son asesinadas por otros maras.

Y quienes son niñas bien, “niñas de familia”, tampoco se libran:

A veces los pandilleros odian a esas niñas y las matan solo por eso. A cada rato salen los reportes de que las encontraron enterradas con todo y uniforme y útiles escolares.


Ese es el entorno de violencia de seis o siete de cada diez niños y adolescentes salvadoreños. El miedo que los impulsa a huir y emprender su periplo migratorio.

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