Morena desfonda al PRD sin reparar en su ayuno Ideológico, y los riesgos del mesianismo de AMLO
https://noticias-ixtepec.blogspot.com/2017/09/morena-desfonda-al-prd-sin-reparar-en.html
NSS OAXACA.
Adrián Ortiz Romero .
El Partido Movimiento de
Regeneración Nacional de Andrés Manuel López Obrador, sigue dando consistentes
en su estrategia de desfondar lo más posible al PRD: este fin de semana sumó a
nuevos personajes a sus filas, entre ellos a la senadora Dolores Padierna y el
profesor René Bejarano, que eran algunos de los últimos baluartes que le quedaban
al perredismo no sólo en la capital del país, sino en todos los estados en los
que tiene presencia la tribu bejaranista. La estrategia de presión de
Morena
hacia el PRD es extraordinaria pero, ¿cuándo pensarán en darle algo de
contenido de izquierda al nuevo “partido dominante”, que intentan legitimar?
En efecto, el pasado sábado la
senadora Dolores Padierna Luna y René Bejarano renunciaron al Partido de la
Revolución Democrática (PRD) para sumarse al proyecto de Andrés Manuel López
Obrador, líder de Morena, rumbo a 2018. La legisladora, quien también deja la
coordinación de la bancada perredista en el Senado de la República, dijo que no
se afiliará a Morena, sino que desde su asociación civil, Movimiento Nacional
por la Esperanza (MNE), dirigida por René Bejarano, respaldará a López Obrador.
“Estoy redactando dos
renuncias: una para mis compañeras senadoras y senadores, de quienes tuve el
distinguido honor de ser la coordinadora en el grupo parlamentario del PRD, a
ellos les estoy dando mi eterna gratitud y renunciando a la coordinación; la
otra va dirigida a la presidenta [del PRD, Alejandra Barrales] para pedir el
retiro del padrón de militancia”, dijo Padierna respecto a sus cartas de
renuncia, previo a aparecer en el mitin que realizó ayer domingo López Obrador
en el zócalo de la Ciudad de México, y en el que también se sumaron formalmente
algunos oaxaqueños, como la diputada federal Karina Barón Ortiz.
Particularmente, la salida de
Bejarano y Padierna del PRD significa otra vuelta a la tuerca en la estrategia
que se delineó López Obrador desde hace más de un año: no pactar con el PRD,
sino irle minando sus fuerzas y representación legislativa, hasta lograr
someterlo. Su primer intento importante fue este año, cuando intentó consolidar
dicha estrategia a través de la presión que ejerció sobre el candidato
perredista a la gubernatura en el Estado de México, Juan Zepeda. Éste último no
se plegó a las exigencias de López Obrador de someterse a la candidatura de
Delfina Gómez Álvarez, y eso provocó que finalmente todos perdieran por la
división del voto.
En esa lógica, pareciera que
López Obrador sigue enganchado en la idea de terminar con el PRD como una forma
de llevarse a Morena la única representación de la izquierda partidista en
México. Hasta ahora, sus maniobras coinciden con dicha intención. Sin embargo,
nada garantiza que en el mediano ello le reporte las ganancias que posiblemente
aún hoy siga esperando tanto para 2018 como para los procesos electorales
siguientes. En el fondo, muy en ese fondo que nadie quiere ver, uno de los
mayores problemas de gobernabilidad interna para Morena radicará en las
inconsistencias ideológicas —por decir lo menos— con las que están
estructurando su propia convivencia interna.
TOTALITARISMO BUMERANG
Uno de los problemas que quizá
no ve López Obrador en estos momentos es que, en el ámbito nacional, su
mesianismo y liderazgo incontestable bien puede terminar siendo un negativo
entre sus propios aliados. Otro de los problemas sobre los cuales parece no
tener ni la menor preocupación, es respecto a la persistente falta de contenido
ideológico para su propio partido. Esas dos cuestiones pueden terminar siendo
una especie de socavón con el que el propio López Obrador podría terminar
saboteándose.
¿De qué hablamos? De que, en
el primero de los temas, López Obrador quizá sigue sin entender que aquel “País
de Uno” ya no existe en la memoria colectiva, ni en la práctica política de
ningún partido. De hecho, López Obrador tendría que reconocer que el
antecedente más inmediato de cómo un líder de partido y de gobierno —el
Presidente Enrique Peña Nieto— fracasó en el intento de consolidar una fuerza
unívoca que no permitiera los disensos.
El PRI del actual Presidente
se estableció como una fuerza dominante e intolerante a las críticas externas.
¿Qué ocurrió? Que en varios casos, los mismos priistas de varias entidades
federativas habrían terminado actuando en contra de su Jefe Máximo, para evitar
que éste se siguiera fortaleciendo independientemente de los acuerdos locales a
los que habrían llegado con las fuerzas opositoras con las que habrían pactado.
Ello es lo que puede explicar cómo, en estos casi cinco años de gobierno
federal priista, el partido tricolor no ha ganado más gubernaturas de las que
ya tenía, y tampoco logró consolidar el poder omnímodo que inicialmente le
plantearon al Presidente, como jefe máximo de su partido gracias a una política
de régimen dominante.
Eso mismo podría ocurrirle a
López Obrador incluso como candidato presidencial: hasta ahora su praxis ha
sido de dominar y avasallar. ¿A cuántos gobernadores afines o simpatizantes del
actual Líder de Morena, les gustaría someterse voluntariamente a un Presidente
que no admite negociaciones? ¿A cuántos gobernadores priistas, panistas o
perredistas, les interesaría una alianza de esta naturaleza, cuando saben que
la alianza es en realidad sometimiento? Esas serán algunas interrogantes
sustantivas para 2018 que, más allá de la desbandada perredista actual, tendría
que estarse planteando el propio López Obrador.
El otro problema es más de
fondo: ideológicamente Morena ha sido un partido más conservador y de derecha,
que varias de las fuerzas de los que dicen representar a los girondinos.
¿Practican la democracia interna? Queda claro que no. ¿Hacen lo propio con la
tolerancia hacia las distintas corrientes de pensamiento? Tampoco. Incluso,
López Obrador ha sido el único que en este país, en los últimos tiempos, se ha
atrevido a asegurar que temas de derechos humanos y de progresismo, tan
importantes como el reconocimiento de derechos a ciertas minorías —como la
comunidad lésbico gay, por citar un ejemplo—, la decisión sería resultado de
una encuesta y no de una determinación política basada en cuestiones
ideológicas.
Por eso, al final, sigue
siendo por demás inconsistente seguir suponiendo que todo está escrito para
2018, y que los astros están alineados irremediablemente a favor de López
Obrador.
LA CARGADA, Y…
Es lo que deberían responderse
todos los que ven el momento de 2018 pero desvían la atención frente al ayuno
de ideas que prevalece en ese nuevo —y aparente— “oasis de la izquierda” en
México.
http://columnaalmargen.mx
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