Niños repatriados, difícil de adaptar en Mexico

DIARIO JUAREZ / LA OPINIÓN
San Andrés Las Peras, México— Regresaron poco a poco. Imperceptibles hasta sumar alrededor de 10 mil niños estadounidenses repatriados a Oaxaca con sus padres indocumentados y, particularmente en este pueblo lejano, perdido en la sierra, se integraron unos cientos que trajeron a la comunidad el idioma inglés.


Lo aprendieron en los EU, mientras sus padres cortaban frutas en Oxnard, Santa María Salinas, Watsonville o Castroville, California, sin olvidar la lengua madre, el mixteco, para comunicarse entre ellos, ni el español para hablar con otros paisanos.

Pero al volver a la tierra de sus padres, los infantes trilingües, no saben qué hacer. Sobretodo en la primaria "Miguel Hidalgo" –única en la comunidad de mil 300 habitantes– donde todavía los profesores luchan contracorriente por enseñar el español como idioma oficial frente a una población predominantemente indígena.

La pequeña Yadira López, de 10 años, se quedó muda. Desde hace seis meses, prefiere no hablar "para no confundirse", observa su profesor José López, quien entiende el silencio de la niña como un mecanismo de defensa "mientras razona sobre qué le conviene".

A ratos, ella se inclina por el mixteco, como en este momento en que se dirige al catedrático a quien le pide traducir "su vergüenza" por la "incapacidad".

En actitud opuesta, Romualdo Ortiz, de 11 años, utiliza su habilidad lingüística para impresionar a sus compañeros y volverse popular en el grupo de quinto grado pues ahora sus padres no tienen dinero para comprarle los jeans y los zapatos deportivos que tenía en Watsonville hace dos años.

"Me gustan las niñas blancas, pero no tan rubias", describe con picardía en español. "They are more beautiful".

Romualdo vive hoy con sus siete hermanos en una pequeña casa de tabicón sin revestir que la familia construyó en un traspatio. Ahí su madre, Agustina Juárez, de 32 años, asolea a los gemelos que acaba de parir para sumar cuatro hijos mexicanos y tres estadounidenses que el padre sostiene como peón en el campo.

"Yo quiero que Romualdo estudie en Estados Unidos", dice.

El problema es que ninguno de los parientes que aún viven allá pueden responsabilizarse de una boca más. "Todos tienen muchos hijos".

Igual situación describe Esperanza Díaz, mamá de Yadira, quien junto con su esposo ha intentado sin éxito regresar a California sin papeles. La última vez, él quedó detenido durante un mes.

Ante la imposibilidad del retorno, las familias han aceptado que los suyos, aunque norteamericanos, no tienen más opción que educarse aquí con las complicaciones que implican las actas de nacimiento norteamericanas y el sistema educativo que no reconoce el inglés como una tercera lengua.

La falta de práctica del idioma hace que día a día los chicos pierdan fluidez y olviden palabras. Eso vive Brian Morales, de 13 años, quien regresó hace cuatro años de Salinas.

"Me gusta hablarlo, pero no tengo con quién practicarlo y hay otros compañeros que te hacen burla cuando oyen el inglés y me dicen que me creo mucho", cuenta. "No es fácil aquí, a veces te molestan hasta porque hables español".

Así es el bullying en la mixteca oaxaqueña. Un desperdicio del potencial de hablar tres idiomas, considera el profesor López que quiere encabezar un club de conversación entre los niños estadounidenses de la escuela y el resto de los chicos.


Él mismo habla las tres lenguas después de vivir durante varios años en Tacoma, Washington, y quiere coordinar, empujar y empoderar a este peculiar perfil de niños antes de que caigan en otros vicios que también llegó con el ir y venir de mixtecos: la drogadicción.

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