En materia de seguridad se anticipa un escenario de catástrofe, vaticina Durazo .

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CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).-
Sin conocer aún “las entrañas del monstruo” de inseguridad que heredará, el
próximo gobierno anticipa un escenario de catástrofe: un país convertido en un
panteón, extendida corrupción e ineficiencia policial, protección política a la
delincuencia organizada y una imparable exigencia de justicia.
“Para enfrentar la tarea
exitosamente se requerirá de una entrega total, como si fuera un apostolado”,
asegura Alfonso Durazo Montaño, el hombre a quien el presidente electo, Andrés
Manuel López Obrador, le encargó la tarea de regresarle la seguridad a México,
uno de los países más violentos del mundo sin estar formalmente en un conflicto
interno.
La respuesta que se prepara es
de una alta concentración de poder político y policial. La Secretaría de
Seguridad será mucho más que la restauración de la de Seguridad Pública que
tuvieron los gobiernos del PAN. Superior incluso a la que tuvo en su momento el
poderoso jefe policial Genaro García Luna, cuando el gobierno de Felipe
Calderón hizo de esta materia su principal política pública y le declaró la
“guerra al narcotráfico”.
Dispondrá no sólo de las
funciones policiales que el gobierno de Enrique Peña concentró en la Secretaría
de Gobernación, sino que se quedará con los instrumentos que durante lustros le
han dado fuerza e influencia a la Secretaría de Gobernación.
En sus manos quedará lo que
resulte de la reconfiguración del Cisen, el Sistema Nacional de Seguridad
Pública y hasta el Centro Nacional de Prevención de Desastres y las tareas de
protección civil.
Una supersecretaría que
prefiere llamar “una estructura administrativa amplia”, con el propósito de
construir una poderosa Secretaría de Seguridad –no de Seguridad Pública–, para
que el gobierno subsecuente “no venga a enmendarnos la plana”, dice Durazo en
entrevista con Proceso el viernes 17.
Su apuesta para la permanencia
de esa Secretaría de Seguridad es “regresar de forma paulatina” a los militares
a sus cuarteles y cambiar la estrategia contra la delincuencia organizada,
concentrándose en sus estructuras financieras. Reacio a poner plazos, sobre
todo porque “aún ni sabemos de qué tamaño es el monstruo”, habla de año y medio
para empezar el remplazo de militares por policías capacitados.
Fragmento de la entrevista
publicada en Proceso 2181, ya en circulación.
*Proceso
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