El uso espurio de la energía renovable: un ejemplo en el Istmo de Tehuantepec



Imagen de uno de los parque eólicos en Oaxaca, en el istmo de Tehuantepec. / oaxaca.gob.mx

JOSÉ LUIS VIDAL COY

No se ha hablado lo suficiente, ¿o quizá sí?, de los riesgos que puede conllevar la implementación de las energías renovables. Esas circunstancias vienen determinadas, en la mayoría de las ocasiones, por la utilización empresarial y puramente mercantilista que muchas grandes y pequeñas compañías hacen de ellas. Lo mismo sirve para los estados o los gobiernos. Se usa la etiqueta “renovable” como un mantra justificador de las iniquidades más flagrantes.Ecocinismo, en suma.
En México, por ejemplo, se está desarrollando durante estas fechas una polémica por la implantación de otro gran parque de energía eólica en el Estado de Oaxaca (pronúnciese “Uahaca”, con hache aspirada). Allí, como casi siempre que se habla de transnacionales en el “país azteca”, hay claras implicaciones españolas.
Resulta que los pobladores del municipio de Juchitán de Zaragoza, en la región del Istmo de Tehuantepec, están siendo desalojados de sus tierras para construir en ellas un gran parque eólico. A cambio de unos cuantos pesos, que las voces críticas consideran a todas luces insuficientes para compensar la cesión por 30 años de las hectáreas destinadas a los aerogeneradores. No es el primer caso en la región, donde ya funcionan más de una decena de esos parques.
El Istmo de Tehuantepec, con el Mar Caribe, al norte, y el Océano Pacífico, al sur.
¿Por qué en ese lugar? Pues porque esa región está inserta en el llamado Istmo de Tehuantepec, habitado mayoritariamente porindígenas zapotecos y zona de vientos casi perennes, con el Pacífico al sur y el Caribe al norte. Pero también por esas características geográficas, zona de paso de miles y miles de aves migratorias algunas de las cuales ya están siendo literalmente destrozadas al tropezarse con las aspas de los “ventiladores”, como en México se llama a las torres de aerogeneración eléctrica.
Esto constituye ya un problema. Pero hay más. Como señalan ecologistas mexicanos, se está dando la paradoja de que la compañía explotadora del aeroparque, de la que forma parte importante las españolas Endesa e Iberdrola, destina la electricidad producida “limpiamente” por las aspas a alimentar el funcionamiento de una planta cementera de la empresa Cemex (Cementos Mexicanos), lo que constituye un ejemplo paradigmático de cómo la energía renovable puede tener un uso final espurio.
No es de extrañar que, dado el papel puntero de España en la producción de sistemas de generación de energías renovables, las empresas españolas estén presentes en el mercado mexicano y mundial vendiendo know-how y equipamientos industriales. Pero en este asunto del Istmo, “nadie duda que la energía eólica es una forma limpia para generar electricidad, pero en el caso del Istmo hay algo sucio pues basta preguntarse dónde se depositan los 300 litros de aceite que lubrican los rotores de los cerca de 700 aerogeneradores que operan actualmente en la región”, escribe Carlos Beas Torres en el diario La Jornada.
Tampoco es este del mal el menos, en términos sociales, si se tienen en cuenta las compensaciones que la promotora y constructora Mareña Renovables está entregando a los campesinos mayoritariamente indígenas que ceden sus hectáreas para la instalación de las torres. Los propietarios de tierra viene cobrando unos 7.200 pesos (alrededor de 450 euros) por hectárea y año para terrenos afectados por la instalación de alguno de los once parques eólicos ya en funcionamiento en el Istmo. Si sobre esa hectárea se instala algún aerogenerador el pago sube a entre 11.000 pesos (687 euros) y 22.500 pesos (1.406 euros) al año. Las apropiaciones son por 30 años. “Se aprovechan de la pobreza de las gentes campesinas para correrlos de sus tierras por cuatro pesos”, dice la abogada mexicana especialista en Derechos Humanos Marta Villarreal, desde el Distrito Federal. “Quedan sin otro medio de vida que esos pesos por tres décadas. El deterioro social es inconmensurable”, añade.
Aún más, el discutible estudio equivalente a lo que en España sería una declaración de impacto ambiental, establecía en su momento que no había problema para la utilización de las tierras para el fin que nos ocupa puesto que era poco menos que “improductivas”. Una falacia si se examina que esas hectáreas de terrenos, como la inmensa mayoría del Istmo de Tehuantepec, estaban en plena producción cuando comenzaron los desalojos de campesinos gracias a las “generosas” compensaciones mencionadas. Gracias a la abundacia de agua, los zapotecas han creado con los siglos una infraestructura agrícola de riego, en la que, además del maíz, se han introducido otros cultivos como la caña de azúcar y aparecieron las primeras plantaciones de coco y de mango criollo.
La producción de energía limpia está teniendo en este caso que parece paradigmático esos efectos. Hay otro similares, y no solo en México. Por lo que urge a escala mundial un replanteamiento de cómo y para qué se instrumentaliza el mantra “renovable” para fines puramente mercantilistas destruyendo ecosistemas y formas de vida tradicionales.

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