¿PARTIDOS POLÍTICOS? NO, FACCIONES.
https://noticias-ixtepec.blogspot.com/2012/10/partidos-politicos-no-facciones.html
LA X EN LA
FRENTE
Moisés
MOLINA.-
En su
“Historia como hazaña de la libertad”, Benedetto Croce, sentencia como
principio universal del humanismo, la remisión a un pasado para extraer luces
que suminstren orientación a las acciones del presente.
Nada más
alejado de la realidad que podemos asumir como política. Un profundo
desconocimiento, derivado de un incomparable desprecio, es nota común de
hombres de gobiernos y hombres de partidos políticos. La historia está para
estudiarse, no para vivirse. La “práctica revolucionaria” existe hoy sin
“teoría revolucionaria”.
La
conmemoración sistemática de acontecimientos y biografías no llena honra de la
historia. El presente se vive al margen o a pesar del pasado. Una de las notas
definitorias en el paso de los “partidos políticos de masas” a los “partidos
políticos de electores” hacia la mitad del siglo XX fue el pragmatismo, la
reducción de sus programas ideológicos a afirmaciones de principio moduladas de
acuerdo a conveniencias estratégicas. No hay distinciones ni principios que
valgan al margen del triunfo en las urnas.
Los partidos
comienzan a deshacerse de todo, comenzando por su historia. Y tienen culpa, por
complicidad, los miembros que, en sus diferentes categorías (dirigentes,
cuadros, militantes) y simpatizantes que reconocen por único vínculo
partidario, el activismo proselitista como único fin.
La política
entonces, se deshumaniza, se deshistoriza, abandona todo aquello que aparece
superfluo a los intereses de sus élites y una de las principales consecuencias
es el abandono de las funciones que la teoría nos enseña respecto de sus
instituciones descollantes: los partidos políticos. No hay funciones más allá
de la consecución del poder, ni medios que no sirvan a este fin; ni
institucionales, mucho menos sociales y entre estas últimas, la de educar al
ciudadano en democracia.
Dos
aniversarios pasaron prácticamente desapercibidos. No sería tanto de extrañar
de no haber sido simultáneos. Personajes omnipresentes en el México de su
tiempo y vigentes en buena parte de nuestra realidad institucional como país,
Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, murieron un 19 de octubre. Sus
biografías llenan casi la mitad de la historia del PRI. Su memoria y su legado
solo valieron actos protocolarios y ofrendas florales. Se perdieron en el
océano informativo y figuraron muy por debajo de invitaciones a
“autoexplorarse” en el día internacional contra el cáncer de seno en las
cuentas priistas de las redes sociales.
Calles fundó
el antecedente más remoto del partido que a partir del primero de diciembre
gobernará de nueva cuenta este país y Lázaro Cárdenas lo refunda en 1938
cambiando incluso su nombre de Partido Nacional Revolucionario a Partido de la
Revolución Mexicana. A Calles debe México la estabilidad política posterior al
caudillaje faccioso y a Cárdenas debe el PRI la herencia
de sus
sectores, cuya esencia hoy permanece torcida por negligente ignorancia, siendo
la causa de sus ataques sin defensa.
¿Por qué
insiste el PRI en actuar al margen de la historia? ¿Por qué sigue regateando a
sus órganos de educación política, como el Instituto de Capacitación y
Desarrollo Político (ICADEP) y la Fundación Colosio, el lugar de protagonismo
que les corresponde estatutariamente e incluso en la ley electoral? ¿Por qué la
ausencia de una robusta política editorial? ¿Por qué en la mayoría de los
comités estatales no existe una biblioteca? ¿Por qué la gran mayoría de los
textos académicos existentes en torno al PRI son esfuerzos al margen del
partido? ¿Por qué no se encuentra por ningún lado obra escrita sistematizada de
los PRI locales?
Que se
elimine entonces de los estatutos, la obligación a aspirantes a un cargo de
dirigencia o de elección popular de acreditar mediante constancia, “cursos de
capacitación y formación política” (Art 151 Fr XII) y “el conocimiento de los
documentos básicos del partido” (Art 166 Fr X) o que se exija vigiladamente.
Los demás
partidos no están mejor (ni el que viene lo estará), y el menosprecio por la
historia y la función educativa les hacen aparecer hoy nuevamente como
facciones del siglo XVIII, según la distinción de Burke y Bolingbroke: como
grupos de intereses mezquinos por obtener puestos y emolumentos; agregados
secuestrados por los intereses personales de sus miembros.
Oaxaca es
ejemplo kafkiano. El gobierno carece de programa, en buena medida porque los
partidos políticos son inexistentes. No hay un solo partido que aporte plan de
gobierno y no hay partidos que aporten plan de oposición. El ciudadano… en
medio, ganando la vida a fuerza de victorias personales.
Hay mucho
por hacer, pero siendo más lo que se deja de hacer por “los mismos de siempre”,
no hay esperanza fuera de la nueva generación que a fuerza de seguir esperando
espacios como concesiones graciosas pueden seguir erosionando a los partidos y
ahondando la crisis del sistema de partidos abrazando distintos actores
colectivos o acercándose a los partidos, defenestrándolos con más fuerza.
La encuesta
de esta semana sobre la “confianza en instituciones” del Centro de Estudios
Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados Federal, es reveladora.
De las 4 mil 908 llamadas realizadas, solo 613 fueron aceptadas, mil 776
rechazadas y el resto no contestadas. 82 de cada 100 mexicanos manifestó
confiar poco o nada en los partidos políticos; y solo 3% refirió confiar
“mucho”.
La
democracia ha dejado de ser el gobierno del pueblo; no es siquiera el gobierno
de los partidos; se reduce a partidocracia: vicio consistente en la desviación
de las actividades normales y ordinarias de los partidos en una democracia.
Las
declaraciones de principios, los programas de acción, los estatutos (en buena
parte de su articulado) y los códigos de ética son, hoy por hoy, bellos
discursos que es imperativo traducir en bellas acciones.
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